Ser ambicioso
no tiene absolutamente nada de malo, de hecho podría argumentarse que una visión
ambiciosa a la hora de llevar una historia al cine es un elemento, si no
estrictamente necesario, definitivamente ayuda a darnos un producto final interesante.
Aun con lo anterior, es importante tener en cuenta las propias limitaciones de
una producción, ya sea limitaciones económicas o meramente creativas. Para
decirlo de manera menos altanera y mucho más sencilla, como dicen en mí rancho:
“El que mucho abarca poco aprieta”, el cual es el caso de La Reencarnación, una película que quiere hacer mucho más de lo que
sus limitados recursos le permiten.
En La Reencarnación veremos la lucha entre
un joven “exorcista” y una misteriosa fuerza sobrenatural. El doctor Seth Ember
(Aaron Eckhart) es un “científico” a dedicado su vida al estudio de fuerzas
sobrenaturales, específicamente con la intención de encontrar y destruir a
cierta entidad con la que parece tener una conexión. Cuando un niño empieza a
comportarse de manera muy extraña, Seth se da cuenta de que el chico esta poseído
por el demonio que ha buscado durante años. Ahora el doctor Ember emprenderá una
lucha por el alma del niño poseído y al mismo tiempo buscara vengarse del
demonio que ha arruinado su vida años atrás.
Creo que ya
le he mencionado en el pasado, pero nunca está de más reafirmarlo: Sí haz visto
una película sobre posesiones demoniacas, entonces ya las has visto prácticamente
todas (y si entre ellas ya viste El
Exorcista, entonces ya viste la mejor de ellas). La Reencarnación intenta darnos una perspectiva original sobre este
subgénero del cine de horror mediante un par de ideas que, desafortunadamente,
se desechan rápidamente y hacen que el film se vuelva más “pan con lo mismo”.
En primer lugar se trata de manejar el concepto de “posesión diabólica” como
una enfermedad física provocada por una entidad parasitaria, con ello tratando
de darle un ángulo laico a la situación, pero esa idea es casi instantáneamente
desechada por la perspectiva más común de la visión religiosa.
Otro aspecto
interesante es que se intenta integrar la manipulación de sueños del poseído, y
parte del proceso de “exorcismo” es entrar en los sueños del afectado y luchar
con la entidad demoniaca. Sí esto suena a una mala combinación entre Inception (o El Origen, si prefieren traducciones piteras) y El Exorcista, esto se debe a que lo es,
pero no se emocionen, ya que la ejecución de este concepto no es tan
interesante como podría pensarse. Es aquí donde las limitaciones técnicas y/o financieras
son evidentes, ya que luchas con una entidad en sueños (si ignoramos a Freddy
Kruger) es algo interesante que invita una serie de situaciones muy creativas,
pero eso nunca suceda aquí. La trama trata de justificarlo mediante una excusa
que, si bien sirve dentro del concepto de la trama, suena a una disculpa torpe
para decir que el presupuesto no alcanzaba para hacer absolutamente nada
interesante con el concepto de invadir los sueños.
La Reencarnación trata de darnos una reinterpretación
de un concepto que ya se ha gastado hasta el cansancio, pero a mitad del camino
parece arrepentirse de su decisión y se repliega a un camino mucho más conocido.
Dicen que toda comparación es odiosa, así que permítanme ser lo más odioso
posible al decir que, excluyendo el mal manejado concepto de los sueños, ya
existe una película que hace todo lo que La
Reencarnación intenta hacer, se llama Poseídos,
protagonizada por Denzel Washington, que aunque tampoco se trata de una joya
del cine, es mil veces más entretenida e interesante. La Reencarnación no llega a ser ofensiva o incompetente, pero no
deja de ser más de lo mismo y no creo que nadie vuelva a recordar el filme después
de haberlo visto.
La Reencarnación:
1/5. Mala.
Mejor que: Presencia
Siniestra (2016).
No tan buena
como: Poseídos (1998).
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