No soy un
gran fan de los remakes que digamos, por lo menos no en la actualidad. Irónicamente
algunas de las mejores películas en el mundo son precisamente remakes. Lo
primero en lo que pienso cuando hablo de un remake bien hecho es La Cosa de Oro Mundo de 1982 que fue la reinterpretación
de una película de 1951. Y para poner aún más ingredientes a este gran y
delicioso sándwich de ironía, la propia Ben-Hur
de 1959 que es una de las películas más galardonadas de la historia TAMBIEN se
pude catalogar como un remake ya que la misma historia se llevó al cine en dos ocasiones
previas, una en 1907 (Sí. ¡Hace más de 100 años!) y otra en 1925. Así que digan
lo que digan, “modernizar” una película no es ninguna novedad. Lo que sí se ha
vuelto dolorosamente común es tomar una propiedad intelectual famosa y creer que
el simple hecho de contar con un nombre conocido es más que suficiente para
justificar una nueva interpretación de la historia. Es bajo este modo de pensar
que tenemos la versión 2016 de Ben-Hur,
que es el ejemplo perfecto de porque el concepto de “remake” se ha convertido
casi en una mala palabra.
En Gladiador 2: El Imperio Romano Contraataca,
veremos la épica aventura de Judah Ben-Hur y su búsqueda de venganza y redención.
Messala (Toby Kebbell) es hermano adoptivo de Ben-Hur (Jack Huston) los cuales
a pesar de no tener una relación sanguínea se ven el uno al otro como
verdaderos hermanos. Tras varios años de separación ambos hermanos vuelven a encontrarse,
pero la feliz reunión dura poco cuando un malentendido obliga a Messala, ahora
convertido en un importante oficial del ejército romano, a arrestar a su
familia adoptiva y condenar a Ben-Hur a las galeras. Ahora Maximus Ben-Hur
deberá hacer todo lo posible por sobrevivir a su cruel destino y así buscar
venganza.
Es verdad
que, fuera de unos pequeños detalles, la película cuenta exactamente la misma
historia que la versión de 1959, pero el tono de ambos filmes no podría ser más
distinto. La versión 2016 tiene mucho más cosas en común con cintas como Gladiador, inyectando también muchos
elementos de súper producciones cinematográficas modernas, como varias escenas
de acción y el uso de mucha animación por computación.
Hablando de
cambios intrascendentes pero que no dejan de ser molestos, tenemos la relación entre
Ben-Hur y Messala. Puede que el cambio de ser buenos amigos a hermanos
adoptivos no parezca la gran cosa, pero para mí eso suena a una forma torpe, fácil,
barata y rápida de inyectar dramatismo, sin contar que al mismo tiempo hace que
el espectador inevitablemente piense en otras tramas similares, como lo son las
diez mil versiones diferentes de la historia de Moises. La relación de hermanos
en esta versión se siente sacada de una mala telenovela más que de una historia
épica, pero tengo que reconocer que ese cambio también hace un poco más fuerte
el mensaje final del filme sobre perdón y redención.
Las
actuaciones no son nada del otro mundo, con la excepción de, debatiblemente, el
actor más famoso en la producción. Sé que usar su nombre en vano es blasfemia
que se penaliza con la muerte, pero la actuación de Morgan Freeman es
completamente apagada y aburrida. Parece que el actor se limita a repetir el
guion tan desganadamente como le es posible y como punto extra en contra,
aunque sé que Freeman es un regalo de Dios al mundo, debemos reconocer que
verlo con rastas en el cabello es algo extraordinariamente ridículo.
No puedo
negar que mucha de mi antipatía ante esta nueva versión se debe a mis propios
prejuicios. Ben-Hur de 1959 puede que sea anticuada a la vista de muchos
espectadores modernos y tal vez no ha envejecido con tanta gracia como yo quisiera
pensar, pero es indudable que tiene el sabor de una verdadera historia épica mientras
que la versión del 2016 tiene más cosas en común con una genérica película de acción
moderna, lo cual no es algo malo en sí mismo, pero para mi gusto es perder casi
por completo el punto de la historia. La única razón de la existencia de este Ben-Hur es hacer dinero con un nombre
conocido, ya que la producción no tiene absolutamente nada nuevo que agregar o
decir con esta modernización. Mientras que la versión de 1959 seguirá en los
libros de historia del cine como una de las películas más importantes de la industria,
la versión 2016 no será más que una ridícula nota a pie de página en ese mismo
libro. No es que, como ya me acusaron, crea tener “la verdad universal”, pero este
Ben-Hur es una mala película y punto.
Díganme de lo que me voy a morir (a estas alturas ya casi estoy acostumbrado)
pero las únicas personas que podrían preferir esto sobre la versión anterior
son niños con pésimo gusto nacidos durante o después del año 2000.
Ben-Hur:
1/5. Mala.
Mejor que: Exodus:
Dioses y Reyes (2014).
No tan buena
como: Gladiador (2000), Ben-Hur (1959).
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